
Liderazgo efectivo para motivar equipos desmotivados
¿Qué hace un líder cuando su equipo ya no cree, no conecta o no responde? Este artículo te ofrece claves de liderazgo...

El verdadero liderazgo no se mide solo en métricas o resultados, sino en la capacidad de inspirar, conectar y guiar a las personas hacia su mejor versión. En un mundo donde la tecnología avanza rápido, el factor humano sigue siendo el corazón de cualquier organización. El liderazgo humano es más relevante que nunca para crear culturas de trabajo sostenibles y motivadoras.
A diferencia de los modelos tradicionales centrados en la eficiencia y el control, el liderazgo humano sitúa a las personas en el centro de la estrategia. No se trata únicamente de lograr resultados, sino de construir relaciones basadas en la empatía, la confianza y la consecución de un objetivo común.
Este enfoque reconoce que un entorno laboral saludable, inclusivo y emocionalmente será la clave del éxito para la sostenibilidad de cualquier organización.
En un entorno cada vez más cambiante y complejo, las organizaciones no solo se enfrentan al reto de adaptarse a los cambios tecnológicos y económicos, sino también a las transformaciones sociales y culturales. En este escenario, emerge con fuerza un nuevo paradigma de gestión: el liderazgo humano.
Si quieres profundizar en este tema, sigue leyendo este artículo
La RAE define liderazgo como dirigir o estar a la cabeza de un grupo, de un partido político, de una competición, etc..
También, algunas figuras de referencia reconocidas a nivel mundial han definido este término a lo largo de la historia. Vamos a ver algunas de las más interesantes:
Y viendo todo esto, sin duda, afirmamos que no ha existido un estilo único o correcto de liderazgo, sino que ha ido enfocándose en diferentes aspectos a lo largo del tiempo. Como decíamos el liderazgo humano, parte de que las personas son el principal activo en cualquier empresa. Es por esto, que se plantea que se haga gran hincapié en su bienestar, motivación, desarrollo y satisfacción para así, favorecer al objetivo personal de cada uno de ellos, al mismo tiempo que al objetivo corporativo.
Además, el liderazgo humano reconoce valores muy ligados a los desafíos éticos y sociales actuales, teniendo en cuenta una dimensión emocional no vista hasta ahora. Hablamos, por ejemplo, de la empatía, la honestidad, la humildad, la integridad o la vulnerabilidad.
Como hemos podido ver, no existe un tipo de liderazgo consensuado y aceptado por todo el mundo y, por ello, tampoco existen unos estilos definidos o reconocidos como únicos para todos. Aún con esto, una clasificación bastante popular suele ser la propuesta por Daniel Goleman, que identifica seis estilos que se diferencian en el impacto emocional de cada uno de ellos. Además, creo que en entornos técnicos actuales suelen estar bastante adaptados y son coherentes. Son los siguientes:
Aunque algunos de estos estilos (como el coach o el afiliativo) ya introducen elementos del liderazgo humano, en general el modelo de Goleman parte de una visión funcional del liderazgo, donde los estilos se adoptan estratégicamente según el contexto o la necesidad de gestión emocional del momento. El liderazgo humano, en cambio, no se concibe como una táctica ocasional, sino como una filosofía transversal: no es algo que se “activa” de forma puntual, sino que se vive a lo largo del tiempo. A diferencia de los modelos más clásicos, que priorizan la productividad, la eficiencia o la autoridad, el liderazgo humano pone el foco en la persona en su totalidad: sus emociones, valores, sus aspiraciones…
En este sentido, podríamos decir que el liderazgo humano no busca solamente obtener resultados, sino transformar el modo en que esos resultados se consiguen, construyendo culturas organizacionales más sostenibles, justas y humanas.
Podrías pensar que el liderazgo humano surge como una moda pasajera, pero esto no es así. Ha sido como una respuesta al nuevo contexto global al que nos enfrentamos, donde se ha transformado la manera en la que trabajamos y nos relacionamos con las organizaciones de una forma rápida e inesperada. Diversos factores tecnológicos, sociales y culturales han impulsado este cambio en la forma de liderar, y es precisamente en este nuevo escenario donde los líderes humanos se vuelven imprescindibles.
La pandemia vivida a raíz del Covid-19 aceleró una transformación importante que ya se venía gestando de manera lenta hasta el momento: el trabajo remoto e híbrido. Este nuevo esquema ha diluido, en muchas ocasiones, las fronteras entre la vida personal y profesional, exigiendo a los líderes una mayor sensibilidad hacia las necesidades emocionales de sus equipos. La gestión de equipos a distancia, además, dificulta la lectura de señales no verbales o la construcción espontánea de confianza, lo que obliga a desarrollar una comunicación más intencional, clara y empática.
A esto se suma un entorno marcado por mucha incertidumbre, los cambios apresurados frente a situaciones inesperadas y la necesidad de adaptación constante. En este contexto, las empresas buscan líderes que no solo sean capaces de gestionen tareas y ser expertos en conocimientos técnicos, sino que también actúen como referentes humanos, capaces de ofrecer claridad, propósito.
Los niveles de engagement o compromiso en las organizaciones han experimentado una caída sostenida en los últimos años. Muchas personas se sienten desconectadas de los valores y objetivos de sus empresas, lo que deriva en fenómenos como la conocida “renuncia silenciosa” (quiet quitting) o el desgaste emocional.
Esta desconexión no se resuelve con más control ni con incentivos económicos. Lo que se requiere es una forma de liderazgo que conecte emocionalmente, que escuche, valore y se preocupe de verdad por las personas y su bienestar. El líder empático no solo mejora el clima laboral, sino que actúa como un puente entre las necesidades individuales y los objetivos colectivos de la empresa.
Durante décadas, el liderazgo estuvo vinculado a habilidades técnicas, estratégicas o de ejecución. Sin embargo, en los nuevos entornos de trabajo, esas competencias ya no son suficientes. Hoy se valoran especialmente las soft skills, características personales o emocionales que ayudan al buen funcionamiento del equipo de trabajo:
Estas habilidades no solo ayudan a resolver conflictos de manera más saludable, sino que también son claves para motivar, inspirar y sostener equipos. El liderazgo humano incorpora estas capacidades de manera orgánica, reconociendo que liderar no es imponer, sino influir desde la conexión y el ejemplo.
Tal y como Laura Millán comenta en su artículo, será importante incorporar pequeñas acciones en nuestro día a día que ayudarán a liderar de una forma más cercana y humana. Si quieres leer más, aquí lo tienes: Micro-momentos: Clave para un liderazgo efectivo y cercano.
Las nuevas generaciones, principalmente nos referimos a los millennials y la generación Z, están transformando el mundo laboral con sus valores y prioridades. Ya no se conforman con un salario competitivo o una trayectoria profesional ascendente; buscan también una empresa con propósito, posibilidad de flexibilidad en sus horarios o teletrabajo, autenticidad y un balance entre vida personal y profesional primando su bienestar emocional.
En este contexto, los líderes tradicionales podrán perder credibilidad si no se adaptan a estas nuevas expectativas. Las figuras autoritarias, distantes o centradas exclusivamente en los resultados son vistas con escepticismo. En su lugar, se valoran líderes cercanos, vulnerables, que escuchan activamente y promueven espacios de trabajo más humanos y significativos.
En un entorno donde el conocimiento técnico ya no es suficiente, los líderes más efectivos son aquellos que dominan de verdad las habilidades humanas. Según un informe reciente de LinkedIn Learning, el 89% de los líderes considera que las soft skills son igual o más importantes que las hard skills, especialmente en los roles de liderazgo. Aunque ya hemos definido anteriormente algunas de ellas, podríamos decir que estos son tres de los puntos más relevantes en cuanto a la parte soft se refiere:
Empatía y autoconocimiento: La empatía permite al líder comprender las experiencias y emociones del equipo, mientras que el autoconocimiento le da la capacidad de liderar con autenticidad. Un líder que reconoce sus propias emociones y limitaciones está mejor preparado para construir relaciones sanas y sostenibles.
Gestión emocional y resolución de conflictos: En tiempos de presión o incertidumbre, la habilidad para gestionar emociones se vuelve crucial. Los líderes humanos no evitan los conflictos: los abordan con apertura, buscando soluciones constructivas y cuidando los vínculos en el proceso.
Capacidad de generar confianza y promover la diversidad: La confianza se construye con el tiempo, mediante acciones pequeñas del día a día. Además, es clave saber promover entornos inclusivos donde se valora la diferencia como fuente de riqueza colectiva, fomentando una cultura de respeto e innovación.
Capacitar a líderes en competencias humanas no es solo una cuestión de cultura organizacional, si no también es una estrategia clave para responder a los desafíos actuales. A continuación, se detallan algunos de los beneficios más relevantes:
Mejora el clima laboral y la retención de talento: Los líderes humanos generan espacios donde se promueve la escucha bidireccional activa, la inclusión y el respeto por las emociones. Esto se traduce en un mejor clima laboral y en un sentido de pertenencia más fuerte. Los empleados que se sienten valorados por sus líderes tendrán menos probabilidades de buscar trabajo en otro lugar. A diferencia de los estilos autoritarios o impersonales que quedaron atrás, el liderazgo humano cultiva vínculos auténticos, y eso impacta directamente en la fidelización del talento.
Impulsa la innovación y la colaboración: Cuando las personas se sienten psicológicamente seguras, se animan a proponer ideas, asumir riesgos y colaborar más allá de sus funciones “obligatorias”. El liderazgo humano fomenta esa seguridad psicológica, promoviendo entornos donde la curiosidad y la creatividad se consideran puntos muy importantes. A diferencia de los modelos tradicionales, donde el miedo al error inhibe la innovación, aquí el error se asume como parte del aprendizaje.
Reduce la rotación y fomenta la innovación: Una cultura de liderazgo humano no solo mejora la experiencia del empleado, sino que reduce los costes asociados a la rotación. Las organizaciones con líderes empáticos y emocionalmente inteligentes presentan menores tasas de abandono, lo que permite conservar el conocimiento dentro de la compañía y mantener equipos cohesionados. Esta estabilidad favorece entornos más innovadores, ya que la confianza y la permanencia permiten ciclos más largos de desarrollo de ideas.
Mejora la adaptación y resiliencia organizacional: En un contexto donde el cambio es la única constante, la resiliencia se ha vuelto una capacidad crítica. El liderazgo humano, al conectar con las personas desde lo emocional, fortalece la cohesión del equipo frente a la incertidumbre. Equipos liderados con empatía muestran una mayor capacidad de adaptación, ya que el soporte emocional y la comunicación abierta se convierten en claros signos que permiten avanzar. Frente a modelos jerárquicos más rígidos, esta flexibilidad se vuelve una clara ventaja competitiva.
Para que el liderazgo humano se convierta en una práctica real y no en un concepto idealizado, es fundamental diseñar programas de formación que estén alineados con las necesidades de la propia organización y las personas que la componen. Estos programas deben ser más que una serie de talleres, deben transformarse en experiencias vivenciales, sostenidas y adaptadas a la cultura interna.
Diagnóstico inicial y personalización por niveles de liderazgo: No todos los líderes se enfrentan los mismos retos ni parten del mismo nivel de desarrollo personal. Por eso, un buen programa debe comenzar con un diagnóstico inicial integral, que identifique fortalezas, áreas de mejora y estilos predominantes de liderazgo. A partir de ahí, se pueden diseñar itinerarios formativos diferenciados, adaptando los contenidos según el nivel jerárquico, al puesto y al contexto de cada equipo.
Uso de metodologías como learning by doing y role-playing: Las habilidades humanas no sólo se adquieren en formato teórico. Por eso, las metodologías activas como el learning by doing, el role-playing o incluso el feedback 360° son esenciales para lograr una verdadera transformación. Estas herramientas permitirán practicar la empatía, la escucha y la gestión emocional en situaciones simuladas, generando aprendizajes más profundos y transferibles al entorno real.
Incluir salud mental y gestión del cambio como ejes formativos: Cuidar a quienes lideran es tan importante como cuidar a quienes son liderados. Por ello, la salud mental debe dejar de ser un tabú y convertirse en un pilar de los programas de liderazgo humano. Junto con la gestión del cambio, que es hoy una competencia imprescindible, estos dos ejes permiten acompañar a los líderes en su propio proceso de adaptación, ayudándoles a sostener a sus equipos de forma más consciente y resiliente.
El liderazgo humano no es una tendencia pasajera, sino una evolución necesaria frente a un mundo laboral en constante evolución. En un entorno donde la incertidumbre, la diversidad y la conexión emocional cobran cada vez más relevancia, liderar desde la empatía y el propósito se convierte en una ventaja competitiva clave.
Que las empresas apuesten por invertir en el desarrollo de líderes más humanos no solo mejorará el bienestar individual y colectivo, sino que fortalecerá a las propias organizaciones desde su base. Aquellas que entienden que el liderazgo del futuro se construye desde la cercanía, la escucha y la autenticidad estarán mejor preparadas para crecer de forma significativa y sostenible en el tiempo.
Además, si te resulta interesante este tema, aparte de seguir leyendo te invito a ver los diferentes cursos de liderazgo en OpenWebinars.
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